Quién era mi abuelo
En el peor momento de su vida, cuando la depresión se lo ha arrebatado todo, una mujer de mediana edad se ve atrapada en una situación que le obliga a cuidar de su abuelo, un anciano ausente desde hace años que para ella es poco más que un extraño, hasta que un inesperado hallazgo revela la verdadera historia. El legado de unos antepasados cuyas vidas repletas de desafíos le enseñan que hasta en los momentos más difíciles siempre hay esperanza.
Disfruta de esta emotiva novela ambientada en Villanueva de Córdoba, un pueblo entre sierras y dehesas al norte de Andalucía, donde terratenientes y campesinos convivían en tiempos de miseria e injusticia. Y desde donde un grupo de personas humildes e idealistas, lucharon contra lo establecido acompañándonos a través de momentos históricos como la dictadura de Primo de Rivera, la llegada de la Segunda República, los sucesos de Casas Viejas, el día en que votaron por primera vez las mujeres españolas, la Revolución de Asturias y, terminando con todo, el estallido de la guerra.
¿A qué público está dirigida?
Si buscas una novela negra, un thriller de terror, un relato épico o una historia de ciencia ficción no te recomiendo esta novela.
Por el contrario, si te gusta sumergirte en historias emotivas, en vidas humanas que luchan por superar las adversidades de la vida, te aseguro que sí disfrutarás con su lectura.
¿Por qué la recomiendo como lectura fácil?
No solo utilizo una fuente clara y amplia, tipo Arial, que facilita la lectura, también incorporo otros elementos facilitadores como la cursiva para diferenciar los diálogos, un espaciado entre líneas ligeramente más amplio, un vocabulario rico pero cercano y, en su mayoría, estructuras morfosintácticas de complejidad baja.
Aspectos que, de por sí, no limitan ni perjudican a los lectores hábiles y experimentados, pero sí ayudan a aquellos lectores con peor habilidad, con una atención más dispersa o con ganas de leer pero sin hábito ni práctica lectora.
¿De dónde surgió esta historia?
La vida de mi abuelo siempre me llamó la atención. De un modo inexplicable me inspiraba y desde pequeña decía que algún día escribiría su historia.
Lo cierto es que me encanta escribir pero como siempre cometía tantos errores ortográficos creo que los adultos que me rodeaban solo se fijaban en las correcciones. En el último año de bachillerato me animé a participar en el concurso del instituto. Para mi sorpresa gané el primer premio de prosa y, hasta la fecha, ese es mi único palmarés literario.
También he publicado el manual del Método Diverlexia y, aunque la experiencia fue muy gratificante, no había creación literaria como tal, más bien se trataba de sintetizar de manera práctica mis conocimientos. Por lo que eso de ser escritora lo seguía viendo bastante lejos, un anhelo casi utópico que no me planteaba hasta que llegó la pandemia y mi madre me preguntó por algún libro facilito que ella pudiera leer.
Mi madre es maravillosa, una mujer que destaca en muchísimas cualidades, pero su habilidad lectora no es una de ellas. De ahí que buscara una historia bonita e interesante pero sencilla, con un lenguaje asequible, letra amplia y, en general, una narrativa entretenida y fácil de leer.
Revisé mi pequeña biblioteca pero nada parecía convencerme y ahí vino el “eureka”. ¿Por qué no se lo escribo yo?
En principio iba a ser un regalo. Aprovechando la pandemia, en dos o tres meses podría tener un relato corto para darle la sorpresa.
Sin embargo, como no sé dar sorpresas porque acabo contándolo todo antes de que llegue el momento, a los pocos días de haber empezado a escribir se me escapó. Y, cómo te podrás imaginar, la cosa se me fue de las manos. En cuestión de semanas lo sabía hasta la vecina del quinto.
¡Cualquiera se echaba para atrás! La presión por no defraudar me pudo y aquel relato que empezó como algo fortuito, tenía que convertirse en una novela sí o sí.
¿Cómo ha sido la experiencia ?
En principio iba a contar la vida de mi abuelo, pero conectando con la gripe española de 1918 la historia empezó a desviarse de la realidad.
Las posibilidades eran infinitas. Fue algo que me abrumaba y me entusiasmaba por momentos. Cada personaje, cada situación, cada acontecimiento podían adoptar infinitas formas y eso me fascinó.
Sin guion previo, el texto fluía cada vez que me sentaba frente al ordenador con una agilidad que hasta a mí me sorprendía, pero llegó un momento en el que la cosa se fue complicando. Muchos personajes, tramas relacionadas, momentos históricos, fechas, edades…
Todo debía estar bien enlazado, sin saltos ni fallos y con una verdad que no oliera a “metido con calzador”. Así que me detuve para ordenar las piezas del puzle, realizar un intenso proceso de documentación, hacer tablas con fechas de nacimiento, árboles familiares y un sinfín de tareas que antes no me había planteado.
Horas y horas robadas al ocio, a la familia y al descanso para sacar adelante algo que muchas veces he pensado que me venía grande. Sin duda, ha sido mucho más duro de lo que pensaba por lo que ahora mi admiración a los escritores de obras literarias es aún mayor.
Pero cuando celebras que aparentemente has terminado ¡llegan las correcciones! Más fines de semana sin pisar la calle, mañanas invertidas en poner una coma que por la tarde acabas quitando y, en general, días y días dedicados a algo que parece no tener fin.
Leer y releer hasta saberte el texto de memoria, eliminar mucho de lo escrito, venirse arriba, decepcionarse…
Una cosa que he aprendido es que solo puedes corregir los días en los que sientes cierta confianza en tu trabajo. Aquellos días en los que piensas que tu novela es un bodrio, cualquier palabra te parece burda, simplona, carente de interés y la opción es volverte loca, abandonar, borrarlo o cambiarlo todo.
Porque es así. Hay días en los que te emocionas leyendo lo que has escrito: lloras, ríes, te sobrecoges… y piensas ¡Qué bonita! ¡Qué bien escribo! Pero también hay días en los que te hundes en la miseria pensando en cuántas y cuántas horas de tu vida has tirado a la basura.
Conclusión final
Después de leer por última vez la copia de prueba, ni yo misma me lo creo. Me vienen a la mente esos momentos de desesperación en los que sentía que era imposible, los días en los que nada de lo que había escrito me gustaba y, aunque soy consciente de cuánto me queda por aprender, siento que he tejido una historia digna de ser leída. Sin más, muchas GRACIAS por tu tiempo. Espero que disfrutes y si tienes algo que compartir, me encantaría leer tu reseña.